Un domingo cualquiera...

Dejo atrás mi nuevo parque y acompañado de mi cámara salgo de paseo; un día inmejorable de domingo invita a redescubrir el rastro de madrid, esta vez sin la excusa del tapeo y el "vermú" del domingo. Me sirve el encontrarme con un buen amigo un pretexto suficiente para mi aventura dominical.

Llego a mi puerto de mar favorito y espero el barquito que me llevará hasta la renovada plaza de Tirso de Molina. Un día extrañamente caluroso comparado con los días que hemos pasado en los que he tenido que rescatar alguna prenda de abrigo.

Entre la multitud consigo encontrar a Juan en su puestecillo de bolsos, ¿alguien quiere uno?, y mientras enseña, vende y coloca su mercancia paso un buen rato, contándonos el verano, los planes de futuro, las risas del pasado,..., pero la avalancha de gente desborda nuestra conversación y bajo hacia mi zona favorita del rastro de madrid:"El intercambio de cromos".Esa estatua, y los árboles llenos de álbumes de cromos representan un trocito de mi infancia que me apetece contar en estas líneas. Con una lista rectificada millones de veces, con tachones, con mil colores, con los nombres de los futbolistas una vez ordenados alfabéticamente, otras por demarcaciones acudía muchos domingos a este pequeño gran rincón de Madrid y pasaba horas y horas viendo los nuevos fichajes, los cromos más caros,..., hasta que regresaba a casa con más tachones en mi lista, pero con la ilusión de volver el domingo siguiente.

Ahora no colecciono cromos y mi único pensamiento es llegar a un bar de confianza para calmar la sed, pero antes tengo que desviar mi rumbo para solucionar una cosilla pendiente con unos amigos, bueno con uno en especial llamado Antonio...

La hora de comer se me echa encima y con el tiempo justo para tomarme el aperitivo en mi segundo hogar vuelvo al metro para despedirme de mis recuerdos y de todo aquello a lo que un día me malacostumbré, por lo menos hasta el domingo que viene...