Valio la pena

Tenía mono de concierto, y tenía la entrada comprada con bastante antelación. Tenía ilusión por ver de nuevo un concierto de Maldita. Tenía ganas de saltar, de gritar y cantar las canciones con todos esos locos malditos que convertidos en tortugas llegamos despacito pero seguro a todos los sitios.

Ayer me sentí más tortuga que nunca. Una inoportuna lesión de rodilla me hacía poner en duda ir o no ir al concierto pero mientras decidía, la tortuga que llevo dentro iba metiendo gominolas en los bolsillos y salía por la puerta. Así llegaba al punto de encuentro no sin antes alegrarme la vista con la sorpresa de una tortuga llegada desde salamanca.

Reunidos en el bar y con el tiempo justo para mojar los labios y engañar al estómago una hilera de tortugas salía en procesión hacia la sala. A los pocos metros volvía a darme cuenta que era una auténtica tortuga quedándome rezagado al final de esa fila, pero sabiendo que llegaría al mismo destino que todos los demás, ¡ya quedaba menos!

Una bonita y amplia sala acogía las ganas y deseos de todos los que con impaciencia habíamos esperado el tan ansiado momento. Los malditos tomaban posiciones y esperaban mientras Jere tocaba una y otra canción que a más de uno se le hicieron interminables.

A mí me tocaba ver un concierto diferente; apoyado en una mesa al final de la sala primero y más tarde descansando encima de la mesa de billar sentía desde lejos a todas las tortugas que no paraban de cantar todas las canciones ayudando a Jorge al que apenas se oía.
Supongo que buscando el lado bueno al mal trago del sonido de la sala todos pudimos sacar en claro que cada vez somos más, que cada vez más gente cruza camino de la frontera, cada vez más gente disfruta a sorbitos esta vez de la luna madrileña, que cada vez más gente quiere echar a volar..

Agotando las excusas para quedarme en la sala un poco más con fotos con mis compañeros que volvían desde las primeras filas del concierto, con fotos con Jorge, esperando a que no hubiera nadie en la fila del ropero ..., me daba cuenta que la tortuga que cada vez llevo más dentro había dado los primeros pasos hacia la salida de la sala y regresaba a casa despacito imaginando las dudas que me acecharan a final de mes y que sin darme cuenta me llevarán a Murcia irremediablemente.